Argentina

El dramático caso de una adolescente china: ¿trata de personas o costumbre social?

Una chica de 16 años, oriunda de la empobrecida provincia de Fujian, fue hallada por Migraciones en el supermercado de su tía en Villa Puyeyrredón. Trabajaba 12 horas diarias sin sueldo. No hablaba una sola palabra de español. La ley la consideró una víctima de explotación. Pero el peritaje de una antropóloga dijo lo contrario.

  • 30/08/2015 • 13:24

Con apenas 16 años, D.I no podía explicarle demasiado bien al funcionario de la Dirección Nacional de Migraciones qué estaba haciendo detrás de una caja registradora en el supermercado Luna de la calle Mosconi al 3200, Villa Pueyrredón. La joven no hablaba una sola palabra español; el oficial algo de chino sabía. Y preguntaba con insistencia. D.I mintió un poco al principio. Decía tener 18 años, lanzabas frases sueltas de forma avergonzada y parca, mientras su tía, la propietaria del lugar, interrumpía y lanzaba excusas.
 
La escena era por lo menos incómoda. Migraciones había llegado allí a raíz de un llamado de la División Asuntos Extranjeros de la Policía Federal. La inspección había comenzado mal de todas formas: el oficial de Migraciones oyó de inmediato cómo una mujer les decía en chino a otros empleados que no dieran ningún dato y que si lo daban, que sea falso. Dos de los empleados, chinos también, no tenían su documentación en regla. Pero el hallazgo de D.I empeoró la situación. Ante la presencia de una menor en condiciones dudosas, se le dio intervención al Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento para víctimas de trata.
 
D.I terminaría luego ante una trabajadora social, luego ante una psicóloga, y luego como declarante en cámara Gesell en el marco de una causa judicial. Su tía sería detenida e imputada como tratante, una explotadora de su propia sobrina, la que trabajaba doce horas por día en el supermercado. "Reducción a la servidumbre" era la carátula del expediente. D.I pasó casi un año en un refugio de víctimas. Mientras su tía se negaba a declarar, las psicólogas del Programa Nacional de Rescate valoraban a D.I como una alguien en condiciones totalmente vulnerables. Tenía estudios primarios en su país natal, pero no hablaba español, estaba fuera de su lugar de origen, era menor. No tenía poder de decisión ante este esquema. A todas luces, la chica era una víctima de trata. Un razonamiento en el expediente derivado de información policial escrito una semana después del hecho determinó que la actividad consistiría "en participar de alguna manera, prima facie, en la captación, transporte y/o traslado desde el exterior, así como la acogida y recepción de personas menores y mayores mediando engaño y/o abuso de una situación de vulnerabilidad". No cobraba un sueldo, por otra parte.
 
Sin embargo, se descubrió que D.I tenía libertad de movimiento, que comía cuatro veces por día, que solía pasear los fines de semana con su familia para conocer la ciudad y, según voces en la colectividad china, asistía a una escuela los fines de semana en el Bajo Belgrano. Incluso afirmó que se quedaría en el país "hasta que quisiera irse". En todo su tiempo en el refugio de víctimas, pidió volver con su tía una y otra vez. No tenía nadie con quien hablar allí: ¿quién podía mantener una charla en chino?
 
La causa, iniciada en septiembre de 2013, estuvo bajo el juez Sebastián Ramos e instruida por la Fiscalía No. 2 en Comodoro Py, a cargo del doctor Carlos Rívolo y la secretaria Marisa Tarantino. Hoy se encuentra cerrada definitivamente. Para Rívolo, Tarantino y su equipo, la historia de D.I representó una paradoja: ¿era una víctima de trata, una esclava laboral, o su situación era el producto de un movimiento migratorio, una cuestión de hábito y cultura? La fiscalía buscó una nueva perspectiva y se inclinó por lo segundo. Y el caso abre una ventana hacia algo que es una realidad rara vez vista. Es decir, hay 10.300 supermercados chinos en el todo el país actualmente. Son una realidad cotidiana. Pero más allá de pagar en la caja, la interacción es mínima. No se sabe, a un nivel popular, qué ocurre en ellos. Para el argentino promedio no es fácil preguntar en chino, por otra parte.
 
En los últimos años, Miguel Ángel Calvete, director ejecutivo de la Federación de Supermercados y Asociaciones Chinas, se convirtió en el interlocutor de una comunidad en constante expansión. Calvete, que conoce el caso de D.I, apuntó a Infobae que problemas suelen ocurrir en la comunidad: "Se da, sí, pero no desde la óptica de trata. Muchos organismos consideran algo así como trata de personas, pero deberían tomar recaudos, hacer visitas con asistentes sociales y traductores para ver si la trata es real o no. En el 95% de los casos no son menores, y si lo son se trata de familiares directos o indirectos. Eso está acreditado. En los casos de trata se considera que las víctimas están mal alimentadas, que no tienen parientes. No es la situación de los chinos. No está mal que si hay una sospecha se investigue suele haber problemas de visado turístico vencido, pero de ahí al sometimiento laboral dista mucho."
 
Hoy no queda nadie de aquel entonces en el supermercado sobre la avenida Mosconi. "¿Qué? ¿Acá trabajaba una menor? ¡Estaban locos!" dice el nuevo encargado, chino también: "No, no, acá somos todos gente nueva. Compramos el fondo de comercio hace dos meses". Nadie el lugar recuerda la historia de D.I, por otra parte. Lo que relató a la trabajadora social del Programa de Rescate luego del allanamiento al supermercado es un periplo sorprendente: es oriunda de Fujian, uno de los lugares con la población rural más empobrecida en todo china. Sus padres habían decidido emigrar a Sudáfrica, pero no tardaron demasiado enviarla a la Argentina. Partió desde Fujian hacia Hong Kong en micro. Logró entrar a Brasil, vía Dubai. Una persona oriental la esperaba ahí. Apenas la acompañaba un hombre que reconocía por ser amigo de su abuelo. Un gestor fue el que se encargó de sus papeles. Desde Fujian, enviaron a la Justicia argentina a pedido de los abogados defensores del proceso un acta notarial que acreditó su identidad y el vínculo con su tía.
 
Eventualmente, Rívolo y Tarantino percibieron que este caso no era una cuestión de sometimiento laboral, una joven mujer esclavizada por su propia familia. Los constantes pedidos de regresar con su tía, todavía imputada como tratante, se volvían obvios. La precariedad de trabajo, con turnos de 12 horas sobre una menor, era algo claro. La valoración de los organismos oficiales era, inequívocamente, que D.I era una víctima: detrás de en una caja registradora en vez de un pupitre, lejos de su país, con un horario leonino. Para la fiscalía, una nueva perspectiva teórica se volvía necesaria. Así, requirieron un peritaje al Instituto de Ciencias Antropológicas de la UBA. María Inés Pacecca, antropóloga especialista en movimientos migratorios, labró un análisis en base a las declaraciones de D.I y la información del expediente. Lo que Pacecca escribió fue clave para cerrar el caso.
 
Fujian, notó la antropóloga, es desde mediados de los 90s el mayor punto de salida de emigrantes chinos, según estudios internacionales. Datos oficiales contabilizaban a mediados de la década pasada un millón de emigrantes, la mitad de ellos con una partida irregular en rutas clandestinas, costosas pero conocidas. Es decir, D.I no era por lejos un caso aislado. También, D.I obedeció a una dinámica: los inmigrantes que llegan se expanden y estabilizan y pueden proveer apoyo a los familiares que llegan, hasta financiando sus traslados y acogida en el mercado laboral.
 
La antropóloga apuntó sobre la chica: "Lamentablemente, el procesamiento no indica si en la entrevista mantenida con el personal de la Oficina de Rescate se le preguntó sobre su parecer en relación a su traslado a la Argentina, o acerca de sus propios planes o deseos para su vida... Esto impide conocer su grado de acuerdo o desacuerdo y deja flotando la idea de que ella no tuvo ninguna participación ni deseo en el proceso". Y sigue: "El detalle con el que relata los pasos para la obtención del pasaporte y los permisos no es consistente con un traslado impuesto unilateralmente". En el relato de D.I hay una laguna: no dijo en compañía de quiénes llegó a la Argentina en micro desde Brasil. Su tía la esperaba en la terminal. Pacceca escribió que la secuencia de hechos "muestra la preocupación familiar por gestionar un traslado seguro". También, que a pesar de su horario de 8:30 a 14 y de 16:00 a 21:30, la chica no parecía "estar aislada ni a merced de una tía que decidía con arbitrariedad". Considerar que su nulo manejo del español le podía impedir buscar ayuda era una "gruesa subestimación de sus aptitudes".
 
 
Fuente: INFOBAE. 
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