Política

Denunciemos y desterremos toda actuación que engendre violencia, lejos de la construcción colectiva

Desde hace largo tiempo venimos alertando por los niveles de violencia que existen en nuestra sociedad, en distintos espacios de convivencia. Hemos asistido en los últimos meses, a la extrema violencia utilizada para dirimir diferencias por la representatividad, encuadres laborales, y despidos.

  • 26/04/2015 • 00:00

Una lamentable estadística de muerte, involucra no sólo este tipo de enfrentamientos, gremiales, sino también, entre jóvenes, con los ingredientes del alcohol y la droga en muchos de los casos.

Una repudiable y muy violenta modalidad de descalificación, hacia una figura con proyección política, pero desde el injustificado ataque como mujer, fue inaugurado esta última semana, desde la cobardía del anonimato.

Un ataque que no contempló o sí –no es posible imaginar-, la posibilidad de que este mensaje descalificador desde lo más bajo, oscuro y condenable, llegue a conocimiento de hijos, padres y hermanos, toda una familia afectada por un accionar que no encuentra explicación ni calificativo.

Esto también es violencia, no física, pero igualmente condenable, y no es la forma de plantear, ya sea por propios o ajenos, las diferencias políticas o expectativa, quizá frustrada, de alcanzar espacios de representación.

El carácter  de inaugural de este temerario mensaje, lo es por la metodología empleada, mediante panfletos, aunque en anteriores instancias electorales ya se ha apelado a pintadas anónimas, de ataque a los candidatos con todo tipo de descalificaciones que nada tienen que ver con una discusión de ideología o modelo, ni mucho menos propuestas que puedan ser tenidas en cuenta.

No es el fin de la política, sino la transformación, y no es la forma de plantear diferencias o enojos, ya sea partidarios u opositores. Debe haber un límite, moral, y preferentemente el ejemplo que pueda dar la clase política y todo aquel que se precie de potencial candidato.

Constitucionalmente, todo ciudadano lo es, un potencial candidato a un cargo político, que le permita trabajar por un mejor porvenir para todos, y para eso, sólo es menester demostrar capacidad de trabajo, honestidad, entre otros valores.

Luego, serán las estructuras políticas las que evaluarán desde su estrategia, las figuras que propondrán a la sociedad, y finalmente la voluntad ciudadana, expresada en las urnas, las que coronarán o no, esa pretensión.

Es cuestión de darle contenido al mensaje, y sobre todo, tratar de obrar en consecuencia, al poner en consideración de la ciudadanía propuestas electorales.

Lo ocurrido ya no en la arena política, sino en el lodo, desde lo más bajo y vulgar, no tiene cabida ni consideración ciudadana.

No hay lugar para este tipo de accionar, sólo la condena pública. Ninguna persona merece la descalificación, el agravio y el ataque cobarde, cuando lo que se pone en juego no es sino una gestión pública, una postura política que puede o no, ser compartida, pero en todo caso, no es la forma de plantear la diferencia.

Con ese tipo de actitudes no se logran ni se construyen espacios. Sí, desde lo colectivo, y aún en la diferencia y el disenso, con capacidad y propuestas.

Este año tenemos una nueva posibilidad de proponer y elegir, figuras, ejemplos, modelos, esperanzas, renovar expectativas, ya sea continuidad o cambio, será decisión del electorado.

Denunciemos y entre todos desterremos estas prácticas, que lo único que hacen es engendrar violencia.

Que este nuevo tránsito a las urnas sea en positivo, donde todo mensaje sea de aporte, y para la construcción entre todos.