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Mensaje de Navidad de los Obispos de Patagonia-Comahue

Como lo realizan anualmente en las vísperas de las fiestas de fin de año, los obispos patagónicos comunicaron su mensaje de Navidad.

  • 18/12/2013 • 00:00

“No teman, les traigo una gran alegría para todo el pueblo” (Lc.2,10)

Queridos hermanos y hermanas, ¡qué lindo es poder saludarlos, con la misma expresión con la que el ángel saludó a los pastores, “NO TEMAN”! No estamos acostumbrados a saludarnos así, al contrario muchas veces nuestro saludo genera en el otro, miedos, tristezas y angustias.
Los saludamos así porque en este tiempo de Navidad se renueva la razón más profunda de nuestra alegría y confianza: se nos ha dado un Salvador que es Dios con nosotros, y si Él está con nosotros ¿qué podemos temer?
Vivamos entonces la alegría y la paz que nos regala la presencia de Jesús en nuestra historia. Dios se hace hombre y en toda persona quiere ser luz y esperanza. Ésta es nuestra certeza y nuestra experiencia.
1- Es cierto que vivimos tiempos complicados. Quien mira con objetividad y responsabilidad este tiempo de la historia no puede dejar de señalar situaciones muy complejas y preocupantes. Mirando nuestra región patagónica señalamos tan solo algunas:
- frente a la generosidad de Dios puesta de manifiesto en las riquezas naturales de estas tierras: ¡cuántos intereses económicos desmesurados y concentrados en unos pocos hacen que muchos vivan en gran precariedad, y el futuro de la Patagonia como ”casa de todos” quede comprometido por ese maltrato de la tierra, del agua, del aire…!
- frente al anhelo de una economía equitativa y solidaria: ¡cuántas desigualdades e injusticia se instalan como si fueran “normales” por sueldos desmesurados para algunos y  “migajas” para muchos, por la multiplicidad de trabajos precarios, por el mal empleo y enajenación corrupta de los bienes públicos!
- frente a la aspiración profunda de una convivencia social pacífica: ¡cuánta violencia alimentada por la falta de igualdad de posibilidades, piénsese en ausencia de oportunidades labora-les, de vivienda, de salud…, por silenciarse reclamos justos reiterados, por el drama de la droga que, por intereses económicos y ausencia de compromiso sociopolítico, se multiplica diariamente!
2 - Frente a todo esto volvemos a escuchar en esta Navidad: “no teman”, y no dudamos de esta invitación ya que nace del hecho que el Señor está con nosotros, y que en Él la vida nueva y plena es una realidad puesta en nuestras manos. Desde las reflexiones de Aparecida reafirmamos: “Lo que nos define no son las circunstancias dramáticas de la vida, ni los desafíos de la sociedad, ni las tareas que debemos emprender, sino ante todo el amor recibido del Padre gracias a Jesucristo por la unción del Espíritu Santo” (DA 14)
Al concluir el Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI e impulsado por el Papa Francisco, como un tiempo de conversión y renovación, reafirmamos desde la Encíclica del Papa Francisco (Lumen Fidei) que:
- “La Fe implica reconocer los signos de Dios en la experiencia cotidiana de la vida” (LF 35 )
- “La Fe… en Jesús de Nazaret no nos separa de la realidad, sino que nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios y cómo lo orienta incesantemente hacia sí” (LF 18)
- “La fe… nos ayuda a edificar nuestra sociedad para que avancemos hacia el futuro con esperanza … Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios” (LF 51).
3 - Y por eso desde nuestro ser creyentes, peregrinos en la tierra y en camino hacia la patria celestial, nos descubrimos insertados e involucrados en el mundo y en la historia. Creer en Dios nos hace ser portadores y estar comprometidos con valores que a menudo no coinciden con la moda y la opinión del momento. La Fe nos lleva a adoptar criterios y asumir conductas que no pertenecen a la manera de pensar de “los grandes y poderosos” de este mundo.
Cada Navidad pone de manifiesto el camino de Dios para llenar nuestra historia de vida plena. Ahí debemos descubrir el camino que como Iglesia debemos recorrer. La Fe nos lleva a ver y comprender con los ojos de Dios esta historia, ver y comprender para recorrer el mismo camino de Dios, camino de donación de sí para los demás, de fraternidad y solidaridad,  venciendo el mal con el bien.
4 - Concluyendo nuestro saludo de Navidad queremos compartir con ustedes una  actitud que nos manifiesta Jesús, el Dios hecho hombre, y que creemos que nos invita a hacerla nuestra, y ésta es: hacernos cercanos de los demás. En Navidad una vez más Dios sale a nuestro encuentro para que junto con Él podamos encontrarnos.
Hacernos cercanos para reconocernos y vivir como hermanos. La lejanía dificulta ver la verdad más profunda del otro. Él, como yo, es un hijo, una hija de Dios, con sus dones, sus esperanzas, sus heridas y sus pecados.
La lejanía nos impide comunicarnos, hace imposible escuchar y hablar con el otro, y eso nos lleva a  ignorarnos, a desconocernos, a hacernos una idea del otro muy lejana a su realidad.
La Navidad nos enseña buscar la cercanía, gratuita, sin ventajas personales, sin tratar de imponer nada. Dios se hace hombre, se ofrece gratuitamente, espera y no impone una respuesta a su amor.
Así nos lo dice el Papa Francisco en su reciente Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio”: “Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino” (EG 127).
Al estilo de Jesús la  cercanía no nos puede dejar indiferentes, es el inicio de un camino de vida nueva, el otro siempre es un “regalo” de Dios. Desde esa “proximidad”  ha de surgir el compromiso hacia él, para superar todo lo que es causa de separación, de enemistad, de sufrimiento., de marginación, de muerte.
Preguntémonos:
• ¿Cuáles son esas personas “lejanas” en la familia, en el barrio y en la comunidad eclesial?, ¿por qué se han vuelto lejanas, y a lo mejor también “no queridas”?
• ¿Qué pasos daré, para construir esa cercanía que Jesús nos enseña?
• ¿Estoy abierto al compromiso de solidaridad y justicia que, al estilo de Jesús, ha de nacer de todo encuentro con el otro?
• ¿Qué pasos dar como Iglesia, en comunión con otras instituciones, para encontrarnos y caminar juntos con tantas personas que viven solas, marginadas y excluidas?
• ¿Qué podemos hacer para contribuir a la recuperación de tantas jóvenes víctimas de la droga y de tantas familias destruidas por este flagelo?

¡Feliz Navidad y un año 2014 lleno de vida, de la Vida de Dios! Que María de Belén nos regale vivir cada día en ese camino de encuentro y compromiso con los demás.
Diciembre del 2013

Virginio D. Bressanelli, scj (Obispo de Neuquén) Marcelo A. Cuenca (Obispo de Alto Valle del R. N.), Juan José Chaparro, cmf (Obispo de San Carlos de Bariloche) Miguel Ángel D’Annibale (Obispo de Río Gallegos), Joaquín Gimeno Lahoz (Obispo de Comodoro Rivadavia) Esteban M. Laxague, sdb (Obispo de Viedma) José Slaby, c.ss.r. (Obispo de la Prelatura de Esquel) Miguel E. Hesayne (Obispo emérito de Viedma) Marcelo A. Melani, sdb (Obispo emérito de Neuquén) Néstor H. Navarro y José Pedro Pozzi, sdb (Obispos eméritos de Alto Valle del Río Negro)