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La Tierra ha entrado en una nueva era y eso no significa algo positivo

El planeta se está superpoblando, pero de humanos y no de rinocerontes de Java ni tigres de Sumatra. Y, además, como nunca antes, las personas se están convirtiendo en habitantes urbanos.

  • 21/10/2017 • 03:00
(istock)
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A mediados de este siglo, dos tercios de la raza humana (para entonces casi 10 mil millones de personas) vivirán en ciudades y megaciudades.

John Kress, veterano científico de la Institución Smithsoniana y curador del Museo Nacional de Historia Natural, recuerda que cuando se encontró con la comunidad sudeste china de Shenzhen hace décadas, "era un pueblo costero de 30,000 personas y hoy tiene 15 millones de habitantes. Afortunadamente, los chinos están tratando de hacer de esa ciudad un lugar muy verde".

La urbanización puede ser algo beneficioso, aunque a día de hoy no está muy claro. Pero lo que no hay duda es que también habrá desventajas.

Si le preguntas, a Kress le preocupa que, a medida que nos convertimos en criaturas de la ciudad, perdemos aún más nuestro contacto con la naturaleza, que es lo último que tendríamos que hacer.

Abogar por un mundo verde nada tiene que ver con el sentimentalismo o la poesía (que podrían ser completamente válidos), pero es necesario que nosotros, los humanos, sintamos el pulso debilitador del planeta.

Kress es el coeditor de Living in the Anthropocene, un nuevo libro Smithsoniano que, a través de más 30 ensayos de expertos en diferentes campos, hablan de las afectaciones de un planeta cambiante.

El lector descubre que la Tierra tiene unos 4,500 millones de años y que los seres humanos, tal y como los conocemos, han existido durante unos 200,000 años. En los últimos 12,000 años, desde la última gran era de hielo, hemos vivido en un clima relativamente tranquilo del período geológico que llamamos Holoceno. Pero las cosas empezaron a cambiar después de la Revolución Industrial. Desarrollamos sistemas en los que el progreso se complementaba con la quema de combustibles fósiles y, en general, todo el planeta daba por el hecho que se usarían esos fósiles si no llegaban a agotarse. O, tal y como dice uno de los ensayistas, el antropólogo Wade Davis: "La reducción del mundo a un mecanismo, con un recurso para ser explotado, ha determinado, en buena medida, la manera en que nuestra cultura, tradicionalmente, ha interactuado ciegamente con la planta viva", relata. (Washington post)