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Juan cerró su comedor en el San Benito aunque el Gobierno le ofreció ayuda y personal

Juan Romero decidió el viernes darles el último almuerzo a los más de 80 chicos que asistían. La demanda era cada vez mayor y se sumaban chicos de los demás barrios. Juan se despidió con una carta por las redes sociales “…hasta acá llegó” y más tarde confirmó a TiempoSur que, desbordado por la situación, cayó en el estress. Al cierre de esta edición se conoció que el Ministerio de Desarrollo Social le ofreció ayuda para no cerrar.

  • 23/05/2016 • 07:00

Las familias de los 87 chicos que asistieron al Comedor hasta el viernes se preguntaban quién recogerá el guante. No es para menos, ya que su salida se da en medio de una crisis ocupacional que desde diciembre a la fecha logró triplicar el número de comensales, cuyas edades oscilan entre bebés con los primeros dientes hasta adolescentes de 16 años.

 “Tenemos poquitos chicos, 27 nomás, así que  cerramos el año muy bien. Lo que sí tengo miedo porque en la construcción la gente empezó a quedarse sin trabajo. Yo no quiero que vengan más chicos el año que viene” dijo Juan Romero en declaraciones a Tiempo FM, durante el almuerzo navideño, con el que cerró el 2015.

En esa charla, Juan reconoció que durante los cuatro años que llevaba al frente del Comedor, nunca fue consultado por otros referentes barriales para ver cómo replicar su tarea. Sino que, por el contrario, él terminó siendo el nexo entre los vecinos solidarios que acercaban donaciones y las familias que le pedían ayuda desde todos los otros barrios de la periferia riogalleguense. Sucede que “hay que ser más solidarios, la gente no sabe lo que es comerse un pan de tres días. Eso pasa acá”.

El viernes, sin previo aviso, Juan dio lo que para muchos de los chicos era más que el almuerzo, sino que en algunos casos incidía en “el único bocado del día”.

 

El sábado, a través de una carta que publicó en su perfil de Facebook del Comedor, Juan escribió: “No estoy bien anímicamente y por recomendaciones me voy a cuidar de la ganas de decir un montón de cosas... Por problemas de salud y por amar a mis hijos, hasta acá llegó”.

 

 “Siento tristeza por los 87 hijos adoptivos que tuve y por lo más de 200 chicos que pasaron por nuestro Comedor San Benito. Las lágrimas que vivimos el viernes en nuestro comedor fue duro para nuestros corazones, sólo les pedí a los padres que nunca permitan que a sus hijos los usen para la política sucia” continuaba el texto, prometiendo que “cuando esté bien volveremos”, asegurando también que se ocuparía de entregar todas aquellas donaciones de los últimos días.

 

El Comedor del San Benito es más que el lugar del almuerzo. Se convirtió en un sitio de contención para familias completas que, cuando tenían la chance de conseguir un trabajo o mejorar su situación volvían para ayudar. “Lo primero que le preguntamos al papá cuando viene es qué sabe hacer”, comentó Juan alguna vez.

 

Su labor había crecido demasiado, ya no era sólo conseguir qué cocinar, elaborarlo junto a su esposa y que sus hijos sirvieran los platos; sino que también era casi como un estamento oficial; donde acudían los vecinos para asuntos urgentes como incendios, o si se detectaba que una familia estaba en chaperios.

 

De un tiempo a esta parte, Juan empezó a tener ayuda del Ministerio de Desarrollo Social “con mercadería o ayuda a las mamás que están con situaciones de violencia, yo los llamo a cualquier hora de la madrugada, igual me atendieron. Eso se ve mucho en esta zona, la violencia” comentó la semana pasada a través de una entrevista en Tiempo FM.

 

Pero sucede que el Comedor de Juan, también era su living, el de su propia casa. Cada mañana de lunes a viernes había que correr los sillones, poner las mesas pegadas unas con otras y distribuir las sillas. Un ritual al que se sumaban diariamente las mamás solteras, esas casi 20, cuyos hijos no “egresaban” nunca, porque sus changas de costura o planchado no les garantizaban el almuerzo.

 

 Luego de cada comida, Juan se ocupa de su negocio, la gomería con la que “no tengo horario, a veces son las dos o tres de las mañanas ando haciendo un parche”.

 

 Así las cosas, con una tarea desbordada por la demanda, un negocio por atender para o perder el bienestar de su propia familia y la responsabilidad de alimentar a unas 60 bocas más que el año pasado, Juan había decidido cerrar sus puertas hasta nuevo aviso.

 

Ayer, al cierre de esta edición, TiempoSur pudo conocer que ayer mismo, gente del Ministerio de Desarrollo Social se habría acercado a Juan para ofrecerle ayuda, bajo la premisa de que no cerrara el Comedor. Sin embargo “no sólo ayudamos a los chicos del barrio. Esto ya era mucho para mí y me exploto la cabeza” dijo.

Según contó, el MDS se comprometió a “mandarme gente para que cocine acá en el Comedor y ayudarme con personal. Así para mi es más fácil” Empero, consultado respecto de cuándo volvería a reabrir el comedero, Juan dijo que “estamos en eso. Me tengo que recuperar”